ISSN electrónico: 1885-5210
DOI: https://doi.org/10.14201/rmc.16428

EL BANQUETE HUMANO. A PROPÓSITO DE HANNIBAL LECTER Y EL CANIBALISMO. EL SILENCIO DE LOS CORDEROS (1991) DE JONATHAN DEMME

The Human Banquet. About Hannibal Lecter and Cannibalism. The Silence of the Lambs (1991) by Jonathan Demme

Miguel ABAD VILA

Centro de Saúde Novoa Santos. Ourense (España).

Autor para correspondencia: Miguel Abad Vila
Correo electrónico: miguel.abad.vila@sergas.es

Recibido: 14 de marzo de 2023
Aceptado: 11 de abril de 2023

Resumen

El dragón rojo (1981) de Thomas Harris es la carta de presentación del perverso psiquiatra Hannibal Lecter, un psicópata asesino que brilla singularmente en el firmamento de los homicidas más abyectos de la historia del cine. Esta colección se completó con la publicación de El silencio de los corderos (1988), Hannibal (1999) y Hannibal: El origen del mal (2006), hasta ahora su última secuela. Fuente de inspiración cinematográfica, la saga se inició con la galardonada El silencio de los corderos (1991) de Jonathan Demme, continuada por Hannibal (2001) de Ridley Scott, El dragón rojo (2002) de Brett Ratner y Hannibal: El origen del mal (2007) de Peter Webber, si bien además existe una primera adaptación de la novela El dragón rojo titulada Hunter/Cazador de hombres (1986) de Michael Mann, donde los agentes del FBI se enfrentan con el temible asesino en serie Dr. Hannibal Lecktor (Brian Cox). Asimismo, el escritor y productor estadounidense Bryan Fuller creó la serie televisiva Hannibal (2013-2015), 39 episodios en los que el actor danés Mads Mikkelsen encarna al perverso antropófago. Independiente de sus connotaciones antropológicas, morales y culturales, la mayor parte de las conductas de canibalismo están relacionadas con trastornos psicóticos, como por ejemplo la esquizofrenia paranoica, cuando estos enfermos asesinan y se comen parte de los cuerpos de sus víctimas dentro de sus cuadros delirantes patológicos.

Palabras clave: canibalismo; antropología; trastorno psiquiátrico.

Summary

The Red Dragon (1981) by Thomas Harris is the introduction of the perverse psychiatrist Hannibal Lecter, a murdeous psychopath who shines singularly in the firmament of the most heinous murderers in the history of cinema. This collection was completed with the publication of The Silence of the Lambs (1988), Hannibal (1999) and Hannibal: The Origin of Evil (2006), until now its last sequel. A source of cinematographic inspirations, the saga began with the Oscar-winning The Silence of the Lambs (1991) by Jonathan Demme, followed by Hannibal (2001) by Ridley Scott, The Red Dragon (2002) by Brett Rainer, and Hannibal: The Origin of Evil (2007) by Peter Webber, although there is also a first adaptation of the novel The Red Dragon titled Manhunter (1986) by Michael Mann, where FBI agents confront the fearsome serial killer Dr. Hannibal Lecktor (Bryan Cox). Likewise, the American writer and producer Bryan Fuller created the television series Hannibal (2013-2015), 39 episodes in which the danish actor Mads Mikkelsen embodies the perverse cannibal. Regardless of its anthropological, moral and cultural connotations, most cannibalism behaviors are related to psychotic disorders, such as paranoid schyzophrenia, when this patients kill an d eat part of the bodies of their victims in their delusional pictures.

Keywords: cannibalism; anthropology; psychiatric disorders.

Ficha técnica

Título: El silencio de los corderos.

Título original: The silence of the Lambs.

País: Estados Unidos.

Año: 1991.

Director: Jonathan Demme.

Guión: Ted Tally. Basado en la novela homónima de Thomas Harris.

Música: Howard Shore.

Fotografía: Tak Fujimoto.

Intérpretes: Jodie Foster (Clarice Starling), Anthony Hopkins (Dr. Hannibal Lecter), Scott Glenn (Jack Crawford), Ted Levine (Jame Gumb / Buffalo Bill), Anthony Heald (Dr. Frederick Chilton), Diane Baker (Senator Ruth Martin), Brooke Smith (Catherine Martin), Tracey Walter (Lamar), Kasi Lemmons (Ardelia Mapp), Chris Isaak (SWAT Commander), Charles Napier (Lt. Boyle), Daria (Precious), Roger Corman (FBI Director Hayden Burke), Paul Lazar (Pilcher), Dan Butler (Roden), Keneth Utt (Dr. Akin).

Color: color.

Duración: 115 minutos.

Género: Thriller. Intriga. Crimen. Thriller psicológico. Película de culto. Policíaco. Asesinos en serie. Secuestros / Desapariciones.

Idioma original: inglés.

Productora: Orion Pictures.

Sinopsis: “El FBI busca a "Buffalo Bill", un asesino en serie que mata a sus víctimas, todas adolescentes, después de prepararlas minuciosamente y arrancarles la piel. Para poder atraparlo recurren a Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria, experta en conductas psicópatas, que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo las instrucciones de su jefe, Jack Crawford, Clarice visita la cárcel de alta seguridad donde el gobierno mantiene encerrado al Dr. Hannibal Lecter, antiguo psicoanalista y asesino, dotado de una inteligencia superior a la normal. Su misión será intentar sacarle información sobre los patrones de conducta del asesino que están buscando” (FilmAffinity).

Enlaces

https://www.imdb.com/title/tt0102926/?ref_=ttfc_fc_tt

https://www.filmaffinity.com/es/film768790.html

Trailer original

https://www.imdb.com/video/vi3377380121/

Cartel español

Introducción

En El banquete humano: una historia social del canibalismo (2008) de Luis Pancorbo, se nos plantean una serie de reflexiones sobre el canibalismo a lo largo del espacio y del tiempo, y entre ellas, el origen de los marcadores genéticos en los humanos contemporáneos que identifican a nuestros antepasados como caníbales1. Según el escritor, editor y periodista John Roach, estos genes habrían evolucionado precisamente para protegernos de las posibles enfermedades derivadas de la antropofagia2.

Posteriormente, estudiando la colección de huesos de neandertales descubiertos en la cueva de Vindija (Croacia) entre 1974 y 1986, conservados en el Instituto de paleontología y geología del Cuaternario de Zagreb, Svante Pääbo, biólogo especializado en genética evolutiva humana y Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 2022, descubrió marcas de cortes y desarticulaciones allí donde un día se insertaron músculos y tendones, así como fracturas y aplastamientos óseos destinados a la obtención de tuétano como fuente nutritiva. Por lo tanto, es probable que neandertales hambrientos mataran y se comieran a sus semejantes, incluso que hubieran despedazado e ingerido aquellos cadáveres como parte de algún ritual mortuorio3.

Para el eminente antropólogo Marvin Harris4, promotor del materialismo cultural, el enigma del canibalismo está relacionado con el consumo de carne de humana, conducta repudiada por la sociedad, especialmente cuando otros alimentos están disponibles. Se trata simplemente de rechazar que unas personas se coman a otras cuando existe acceso a recursos alimentarios alternativos.

Tipos de canibalismo

Solemos distinguir entre canibalismo y antropofagia, para referirnos a las especies que devoran a sus semejantes (como por ejemplo las mantis religiosas o las arañas viudas negras), de aquellos que consumen carne humana. Obviamente, en el caso que nos ocupa, humanos que comen humanos, vamos a considerar los dos términos como sinónimos.

Han existido casos de canibalismo provocados por la extrema necesidad, como la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, acontecida el viernes 13 de octubre de 1972, cuando el bimotor Fairchild FH-227D se estrelló en el Glaciar de las Lágrimas, en Los Andes argentinos, provincia de Mendoza, mientras volaba entre Montevideo y Santiago de Chile.

A bordo viajaban 40 pasajeros y 5 tripulantes, la mayoría miembros del equipo escolar de rugby Old Christians Club de Montevideo. Para subsistir los 72 días que tardaron en ser rescatados, los 16 supervivientes se vieron obligados a consumir la carne congelada de los cadáveres de sus familiares y amigos5.

Obviando estas situaciones límite provocadas por catástrofes o accidentes, en líneas generales los expertos establecen tres grandes tipos de antropofagia:

A) Ritual: son múltiples los ejemplos, en todas las culturas y todos los continentes. Para simplificar, veamos el ejemplo de los hombres leopardo, una sociedad secreta del África occidental, originaria de Sierra Leona, con ramificaciones en Liberia, Costa de Marfil y Nigeria. Ataviados con pieles de leopardo y garras artesanales, cortaban a sus víctimas en pedazos, para luego distribuirlos entre sus cofrades. Su postrero objetivo era evitar la difusión del cristianismo y conservar su poder tribal ancestral6. La leyenda de Tarzán (2016) de David Yates, recrea una sociedad secreta ficticia, inspirada en los hombres leopardo, bajo el mando del feroz jefe Mbonga (Djimon Hounsou).

B) Bélico: Marvin Harris dedica un capítulo entero de su libro Caníbales y reyes (1987) al patrón de antropofagia bélica desarrollado por los aztecas o mexicas7, basándose en su aplastante supremacía militar, en el avasallamiento del enemigo derrotado y en sus sanguinarias creencias religiosas, con un pabellón divino ávido de la sangre de los sacrificados. Tan despiadada crueldad pudo facilitar a las tropas de Hernán Cortés la conquista del vasto imperio mesoamericano, contando para ello con la inestimable ayuda de sus numerosos aliados de las tribus enemigas de los aztecas. Pero su canibalismo no fue exclusivo, pues conquistadores y exploradores describieron comportamientos semejantes entre los tupinambás brasileños, los iroqueses y los hurones norteamericanos, los tlaxcaltecas, los chichimecas, los huastecas, los totonacas y, por supuesto, los mayas. En Apocalypto (2006) de Mel Gibson, contemplamos la belicosidad de este épico pueblo, su brutalidad con los adversarios y los sacrificios humanos en honor de sus deidades.

C) Patológico: en la ficción, el Dr. Lecter, y en el mundo real, entre otros los casos de Albert Fish, el Doctor Ballí Treviño, Ed Gein, Jeffrey Dahmer, Ed Kemper o Chikatilo, nos servirán para teorizar sobre los rasgos patológicos de un individuo que encuentra el placer en el asesinato y el canibalismo. Los asesinos en serie son individuos que matan 3 o más personas en un período de al menos 30 días, con lapsos silenciosos después de cada asesinato, y cuya gratificación suele ser de índole sexual, sádica o más bien peculiar e idiosincrásica, como en los antropófagos patológicos. Sus planes criminales suelen estar meticulosamente preparados, controlando los tiempos y prestando atención a los detalles. Escapan de la detección policial durante notables períodos de tiempo, a pesar de sentir el aliento de los sabuesos pegado a sus talones. Pero existen también asesinos seriales caóticos y desorganizados, asociados a determinadas patologías psiquiátricas8.

Realidad y ficción, o viceversa

Albert Fish: in Sin He Found Salvation (2007) de John Borowski es un documental inspirado en la vida y crímenes del antropófago Albert Fish (1870-1936), reconocido y macabro asesino en serie estadounidense. Recopila imágenes de la época y fotografías, a la vez que recrea diversas fechorías de este abyecto homicida.

Nacido en una familia disfuncional repleta de antecedentes psiquiátricos, su infancia transcurrió en orfanatos, donde fue víctima de abusos sexuales. Albert Fish se convirtió en un caníbal sadomasoquista, violador de niños y asesino serial, cuya trayectoria criminal se desarrolló esencialmente en Nueva York durante la Gran Depresión. Su mente enfermiza se inspiraba en relatos bíblicos, reproduciendo literalmente historias de dolor, castigo, expiación y sufrimiento, mientras mortificaba a sus víctimas, mayormente niños, que luego inmolaba después de torturarlos salvajemente9.

A su vez The Grey Man (2007) de Scott L. Flynn, recrea la tenaz persecución para capturar a este brutal criminal, con Patrick Bauchau encarnando a Albert Fish y Jack Conley como el persistente Detective Will King.

En este aspecto, es justo recordar dos obras maestras del cine, inspiradas en infames asesinos seriales infantiles, como la magistral M, el vampiro de Dusseldorf (1931) de Fritz Lang, protagonizada por Peter Lorre como el perturbado Hans Beckert, y la no menos inquietante El cebo (1958) de Ladislao Vajda, con Gert Fröbe como el despreciable asesino Schrott, y Heinz Rühmann como el comisario Matthäi, su infatigable perseguidor.

Pero no fueron las tribulaciones de Albert Fish el origen de Hannibal Lecter. En 1963, su creador, Thomas Harris, se desplazó al penal de Topo Chico, en Monterrey (Méjico) para entrevistar al asesino Dykes Askew Simmons, de labio leporino y una infancia saturada de traumas y problemas, condenado a la pena capital por un triple homicidio. Simmons se había fugado de un asilo mental en Estados Unidos. Buscó refugio en Méjico, donde asesinó a tres hermanos. Preso en la cárcel, intentó una nueva huida, pero esta vez fue abatido por los disparos de los guardias de seguridad. Seguramente habría muerto, de no ser por los cuidados de otro recluso, un joven médico que inmediatamente llamó la atención del periodista y escritor estadounidense10.

El Dr. Alfredo Ballí Treviño, el Dr. Salazar en los apuntes de Harris, había sido condenado por un homicidio que conmovió entonces los pilares de su sociedad. En 1959, contando 27 años de edad, abandonó su consulta de la calle Artículo 123, en la colonia Talleres de Monterrey, portando una caja de cartón con los restos de su amante descuartizado.

Éste era Jesús Castillo Rangel, un joven estudiante de medicina de apenas 20 años. Ambos habían mantenido una fuerte disputa que finalizó de manera trágica. El Dr. Ballí le aplicó una inyección de pentotal sódico, lo descuartizó y guardó sus restos en el maletero de su automóvil.

Desde la colonia Talleres condujo hasta el Rancho La Noria, en el municipio de Guadalupe, para deshacerse de los restos de su amante. Días más tarde, fueron recuperados y sirvieron como prueba para su encarcelamiento.

Durante el juicio, “El hombre lobo de Nuevo León”, “El monstruo de Talleres” o “El vampiro Ballí” describió con minuciosidad cómo había desmembrado el cuerpo de Jesús Castillo. En 1961 fue sentenciado a muerte, siendo el último ciudadano mejicano así condenado. Sin embargo, las autoridades nunca pudieron probar su implicación en las desapariciones de otros jóvenes que aparecieron muertos en las carreteras.

Thomas Harris recordaba al médico asesino como un elegante, ágil y pequeño hombre de cabello rojo oscuro. Coincidiendo con el 25 aniversario de la publicación de El silencio de los corderos, Harris retomó su interés por el destino de aquel médico implicado en la creación del Dr. Hannibal Lecter. Y así descubrió que Alfredo Ballí Treviño había pasado 20 años en prisión, abandonándola entre 1980 y 1981, cuando su abogado consiguió que le conmutaran la pena capital. De esta manera, continuó atendiendo a los menesterosos de Monterrey en su modesto consultorio, hasta su defunción en 2009, ignorando que sus crímenes inspiraron a uno de los mayores psicópatas asesinos de seriales de ficción.

En El silencio de los corderos (1991) de Jonathan Demme, la agente del FBI Clarice Starling (Jodie Foster) solicita la ayuda del Dr. Hannibal Lecter para atrapar al fetichista asesino Jame Gumb (Ted Levine), también conocido con Buffalo Bill, un antiguo paciente del psiquiatra caníbal, habilidoso secuestrador y asesino de muchachas adolescentes, a las que les arrancaba la piel para confeccionarse prendas de ropa.

Una vez más, la realidad supera a la ficción, en este caso por la historia de Edward Theodore Gein, Ed Gein o “El carnicero de Plainfield”, otro asesino en serie estadounidense que mantuvo en vilo a toda la nación durante los años 50. Su particular relación con la figura materna, su macabra fijación por la piel de sus víctimas y sus aberrantes asesinatos sirvieron de inspiración para el personaje de Norman Bates, el desquiciado protagonista de la novela Psicosis (1959) de Robert Bloch, y de la adaptación cinematográfica homónima (1960) de Alfred Hitchcock, magistralmente interpretado por Anthony Perkins.

Diagnosticado de esquizofrenia, nunca reconoció antropofagia o necrofilia con los cadáveres de sus víctimas. Fue recluido a perpetuidad en una institución psiquiátrica, hasta su fallecimiento en 198411.

Finalmente, el británico Robert Maudsley, al igual que Hannibal Lecter, permanece aislado y encerrado en una celda de cristales blindados a prueba de balas, en la prisión de Wakefield, en West Yorkshire (Inglaterra), cumpliendo condena por el asesinato de dos compañeros de reclusión. Tras una infancia plagada de maltratos y abusos sexuales, al abandonar el orfanato se dedicó a la prostitución homosexual. Fue detenido a los 21 años de edad por el estrangulamiento de John Farrell, un cliente que en 1974 le confesó haber abusado sexualmente de varios niños.

Condenado a cadena perpetua, ingresó en Broadmoor, una institución especial para delincuentes psiquiátricos. En 1977, durante 9 largas horas, torturó hasta la muerte a otro abusador infantil, asegurando a las autoridades penitenciarias haber consumido partes del cerebro de su víctima, extremo desmentido por los forenses tras la autopsia del difunto.

Precisamente en Hannibal (2001) de Ridley Scott, el Dr. Lecter (Anthony Hopkins) vuelve a enfrentarse con la agente Starling (Julianne Moore), en un desesperado intento por poner punto y final a su terrible carrera delictiva. En esta ocasión, el indolente empleado del Departamento de Justicia Paul Kendler (Ray Liotta) proporcionará al antropófago partes de su cerebro, salteado con mantequilla y finas hierbas, como insólita delicatessen para su bárbaro festín.

Trasladado a la cárcel de Wakefield, Robert Maudsley despachó a otros dos reclusos, convirtiéndose de esta manera en el asesino más peligroso del Reino Unido. Desde 1983 permanece encerrado en un módulo aislado de máxima seguridad, 23 horas al día sin contacto alguno con otras personas, excepto durante los 60 minutos reglamentarios de recreo, escoltado en todo momento por 6 vigilantes armados12.

Otros psicópatas asesinos, tristemente famosos, en serie que practicaron la antropofagia fueron Andréi Romanovich Chikatilo, “El carnicero de Rostov”, cuya historia seguramente conoció también Thomas Harris para inspirarse en los orígenes del Dr. Lecter. Su caso fue conocido en Occidente durante los años de la perestroika. Después de su detención, en la que llegaron a participar 700 efectivos, fue acusado de 36 asesinatos, aunque él mismo confesó 15 más. Condenado a la pena capital, fue ejecutado el 16 de febrero de 1994 mediante un disparo en la nuca.

Los crímenes de Chikatilo inspiraron el guión de Ciudadano X (1994) de Chis Gerolmo, con el actor Jeffrey DeMunn encarnado al sanguinario personaje.

No fue el único asesino serial de la extinta Unión Soviética, siendo superado por Nikolai Sergei Dzhurmongaliev, “Colmillos de metal”, que entre 1980 y 1991 asesinó a 100 mujeres, llegando a cocinar alrededor de 47 víctimas para ofrecérselas a sus amistades como platos típicos de la República de Kazajistán.

Son célebres las fechorías de Armin Meiwes, “El Caníbal de Rotemburgo”, que en 2001 llegó a contactar con Bern Jürgen por Internet para que accediera voluntariamente a ser devorado. Lo más espeluznante de su caso es que alrededor de 200 personas contestaron la solicitud de Meiwes, que asesinó a su víctima con un cuchillo de cocina, para luego descuartizarla y consumir 23 kilos de su carne durante los meses siguientes. Todo el proceso de mutilación y asesinato fue grabado en video.

Estos sucesos fueron llevados a la pantalla cinematográfica en El asesino de Rotenburg (2006) de Martin Weisz, la primera película prohibida por orden judicial en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, alegando que podría aumentar el protagonismo de este psicópata asesino. Finalmente fue sentenciado en 2006 a cadena perpetua por un tribunal de Frankfurt, por los delitos de asesinato y perturbar el descanso de los muertos.

Canibalismo como trastorno psiquiátrico

De manera general, históricamente el canibalismo se ha practicado por dos motivos fundamentales: para sobrevivir en tiempos de situaciones extremas y grandes hambrunas, o ceremonialmente, mediante sacrificios rituales, como venganza o para aportarle al vencedor cualidades especiales del enemigo vencido.

Fuera de estas finalidades, la antropofagia es excepcional. Esta conducta se lleva a cabo en casos aislados de sujetos con trastornos mentales graves, fundamentalmente esquizofrenia o trastornos psicóticos. No existen casos documentados donde la única patología de base sea un trastorno de la personalidad, como los trastornos esquizoides13, a pesar de la constancia de los crímenes protagonizados por Jeffrey Lionel Dahmer (1960-1994), asimismo conocido como “el Caníbal o el Monstruo de Milwaukee”, asesino en serie y delincuente sexual que liquidó y desmembró a 17 hombres y adolescentes entre 1978 y 1991.

En la mayoría de estos asesinatos se entremezclaron conductas necrofílicas, antropofágicas y de conservación de partes de los cadáveres, especialmente restos óseos. Y aunque se barajaron los diagnósticos de trastorno límite de la personalidad, trastorno esquizotípico de la personalidad y trastorno psicótico, el dictamen judicial consideró que Dahmer estaba completamente cuerdo, siendo condenado a 16 cadenas perpetuas, que nunca llegó a cumplir al ser asesinado a golpes por un compañero de reclusión, dentro de la Institución Correccional de Columbia en Portage, en Wisconsin14.

A este respecto, la película Dahmer, el carnicero de Milwaukee (2022) de David Jacobson con Jeremy Renner en el papel principal, y la mini serie de televisión Dahmer - Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer (2022) de Ian Brennan y Ryan Murphy, protagonizada por Evan Peters, recrean en la ficción las atrocidades cometidas en la realidad por este joven depravado asesino en serie.

No existen muchas investigaciones sobre el canibalismo patológico, ya de por sí un trastorno extremadamente raro. De su estudio y análisis sobresalen dos perfiles generales. Por un lado, personas que padecen formas extremas de parafilia, como el psicópata asesino Jame Gumb - Buffalo Bill de El silencio de los corderos (1991) de Jonathan Demme, e incluso el Dr. Hannibal Lecter de toda la serie, si bien un trastorno de la personalidad narcisista y una infancia traumática pudieran haber desencadenado el canibalismo del psiquiatra asesino, como se puede contemplar en El origen del mal (2007) de Peter Webber.

Han existido casos de canibalismo patológico protagonizados por pacientes que sufren severos trastornos psicóticos. En un estudio realizado en el Hospital Paul Guiraud, en Villejuif (Francia), los investigadores detectaron una serie de rasgos comunes en los cinco pacientes de la serie analizada: todos eran hombres, con historial de aislamiento y deterioro social. Todos habían tenido una infancia disfuncional, con negligencia emocional. Tres sufrieron violencia familiar, y los otros dos abusos sexuales infantiles. Sin embargo, solamente dos de los cinco tenían antecedentes criminales. Todos necesitaron hospitalización psiquiátrica, al padecer una esquizofrenia paranoica en tres casos, y un trastorno de la personalidad mixta (TPM) con rasgos sádicos asociados a la parafilia, en los dos restantes15.

Para el grupo de esquizofrénicos paranoides, el canibalismo fue una reacción de autodefensa ante la percepción de determinadas amenazas de destrucción, donde la propia supervivencia dependería de la aniquilación o asimilación del otro. El ataque a las víctimas fue impulsivo, sin premeditación. A menudo, el desencadenante fue trivial, como por ejemplo una discusión familiar sobre una herencia. Estos pacientes presentaban delirios de persecución o alucinaciones místicas, y el consumo de cannabis o el abandono de la medicación habitual actuaron como factores predisponentes.

Todas las víctimas de este grupo eran parejas parentales, es decir, fueron casos de canibalismo en un contexto de parricidio, con relaciones hijos-padre / madre de dependencia, con un gran componente de hostilidad, circunstancia capaz de explicar la predilección por los órganos a ingerir: orejas, ojos, manos y antebrazos. Estos sujetos ingirieron la carne cruda, sin saborearla. Tampoco hubo evidencia de satisfacción sexual.

Sin embargo, para el grupo de trastorno mixto de la personalidad (TPM), el ego y el narcisismo son el tema central de su conducta, con un deseo de superar las frustraciones más profundas mediante un acto extraordinario y brutal. Estos pacientes admitieron haber tenido fantasías antropofágicas o planes ocultos relacionados con un canibalismo pasado. En estos sujetos no han existido ni delirios ni tabúes. No se detectaron factores predisponentes, aunque sí precipitares, como sentimientos de humillación y baja autoestima.

En este grupo, las víctimas fueron personas conocidas, con las que mantenían una relación de marcada cosificación. Formaban parte de una situación en punto muerto por parte del agresor, marcada por intensos sentimientos de humillación. Aquí los agresores seleccionaron cuidadosamente las partes del cuerpo a ingerir, saboreando la carne previamente cocinada.

Hubo elementos de placer sexual, con planificación necrofilia en un caso, y en el otro, eyaculación durante el canibalismo, sin remordimientos posteriores ni implicaciones morales.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, en el mundo real hemos conocido casos de despiadados psicópatras asesinos en serie que han practicado el canibalismo y la necrofilia con sus víctimas, como por ejemplo el estadounidense Edmund Kemper, nacido en 1948. En su infancia, concurren tanto el acoso escolar como los maltratos familiares, por negligencia emocional y violencia física y psicológica, ejercida especialmente por su despótica madre, Clarnell Strandberg, que lo humillaba constantemente. A los 15 años, asesinó a tiros a sus propios abuelos. Tras cumplir condena en un centro psiquiátrico, fue puesto en libertad, comenzando una violenta carrera de asesinatos de jóvenes estudiantes universitarias. Con 2,06 metros de estatura y más de 130 kilos de peso, contaba con una inteligencia especial, cuyo elevado coeficiente intelectual equivaldría al de un genio16.

En 1973, retornó al hogar familiar. Allí golpeó a su madre dormida con un martillo de zapatero, de forma violenta y reiterada. Después decapitó el cadáver, violó la cabeza y la utilizó como diana. Más tarde ingirió parte de sus órganos y pernoctó con el cuerpo putrefacto cuatro noches consecutivas. Como colofón, invitó a su casa a una de las mejores amigas de su madre y la estranguló.

Por sus múltiples crímenes, Ed Kemper cumple actualmente 8 cadenas perpetuas en la Prisión Estatal de Solano, en Vacaville (California) con derecho a la libertad condicional, beneficio rechazado por el recluso en reiteradas ocasiones, al encontrarse muy feliz viviendo entre rejas.

Su vida y fechorías han sido objeto de varios libros, películas, documentales y series de televisión, como por ejemplo El cazador de cabezas (2016) de Tom Keeling, con el actor británico Tom Durant Prichard encarnando al asesino, la exitosa serie televisiva Mindhunter (2017 - 2019) creada por Joe Penhall, donde el actor Cameron Britton interpreta convincentemente a Ed Kemper, y The Co-Ed Killer (2021) de John Owens, un documental que repasa sus orígenes familiares, mezclando imágenes de archivo con entrevistas realizadas al propio asesino, a los detectives involucrados en las investigaciones y a psiquiatras especializados en estas conductas criminales.

Psicoanálisis y canibalismo

Hasta ahora hemos visto como la antropofagia contemporánea recibe la consideración mayor de aberración psiquiátrica. En El canibalismo como sistema cultural (1987) de Peggy Reeves Sanday, esta antropóloga estadounidense realiza una interpretación simbólica y psicológica de estas cuestiones relacionada con las teorías de Freud y Jung.

Esta autora nos explica la hipótesis psicógena de Eli Sagan, que defiende el canibalismo como una forma elemental de agresión institucionalizada17, según la teoría freudiana de la frustración-agresión. De esta manera, el canibalismo representaría una fase primitiva del desarrollo social, en la que comerse al contrincante demostraba la agresión, y comerse al pariente, la frustración provocada por la muerte18.

Según las conclusiones de Sagan, en algunas sociedades existiría una relación entre el alargamiento de la crianza y la dependencia infantil de la madre, que las haría más propensas a la frustración y a la agresión oral. Así, los varones adultos autoafirmarían sus virilidad e independencia mediante la agresión caníbal.

La investigación clínica del desarrollo psicosexual y sus posibles extensiones psicopatológicas destacó la participación de dinamismos psíquicos inconscientes en el acto de devorar prójimos, en la agresividad, la crueldad, el amor y el odio, características esenciales atribuidas a los caníbales en las crónicas del Nuevo Mundo, en los procesos tempranos de estructuración psíquica y en los fenómenos esenciales del padecimiento melancólico. De esta manera, los aportes más significativos de la oralidad canibalística psicoanalítica se establecerían en los conflictos entre lo interno y lo externo, entre el sujeto y el objeto, entre lo familiar y lo extranjero, entre el deseo y la necesidad, entre el cuerpo y su posible representación19.

Drogas y canibalismo

Se han descrito casos de supuestas conductas caníbales asociadas al consumo de ciertas drogas, denominadas popularmente en el mercado negro sales de baño. Son relativamente baratas, lo que facilita su consumo, con un alto potencial de abuso y adición.

Estas sustancias alucinógenas, comparables como un nuevo LSD, en verdad no tienen mucho que ver con dicha sustancia. Ambas son drogas sintéticas, pero con diferentes efectos. El LSD provoca alucinaciones y distorsiones visuales en la percepción del espacio y el tiempo, dosis dependiente, mientras que la estructura química de las sales de baño se asemeja más a las anfetaminas, al contener MDPV (metllenedioxipirovalerona), mefedrona y pirovalerona20.

Estas drogas pueden fumarse, inhalarse o inyectarse. Sus principales efectos son semejantes a otros estimulantes como la cocaína, el cristal o las metanfetaminas, siendo las alucinaciones un efecto secundario. Entre sus efectos psicoactivos destacan un mayor estado de alerta, euforia y agitación, hipertensión arterial y taquicardia.

Simultáneamente, los consumidores describen una fuerza extraordinaria, una inhibición del dolor y un calor interno de tal intensidad que necesitan quitarse la ropa. Entre los efectos más severos se han descrito agresividad, paranoia, psicosis, depresión, ideas suicidas e incluso la muerte.

Su apelativo “droga caníbal” proviene de la confusión y deformación de la realidad, sumadas a una agresividad intensa capaz de provocar agresiones brutales. Tal fue el caso de Rudy Eugene, abatido a tiros en 2012 por la policía después de atacar desnudo a un vagabundo, al que le arrancó un ojo de un mordisco, destrozándole el 75% del rostro. Sin embargo, en la autopsia del agresor no se encontraron restos de sales de baño, aunque sí de marihuana21.

Canibalismo en el cine

En Historia natural del canibalismo (2008) de Manuel Moros Peña, existe un capítulo entero dedicado a este tema. A modo de resumen vamos a destacar algunos de los títulos más conocidos de este subgénero cinematográfico22.

La primera referencia es todo un clásico, De repente el último verano (1959) de Joseph L. Mankiewicz, con alusiones veladas a la supuesta muerte de Sebastian Venables (Julián Ugarte) en una orgía caníbal en un remoto pueblo español. Una película que en su época abordó además espinosas cuestiones como el psicoanálisis, las instituciones psiquiátricas, la homosexualidad y la lobotomía, como posible cura para determinados trastornos psiquiátricos. Contó como protagonistas con un trío de las estrellas más fulgurantes de Hollywood: Katherine Hepburn como la Sra. Venables, Elizabeth Taylor en el apogeo de su belleza, en el papel de la torturada Catherine Holly y Montgomery Clift como el Dr. Cukrowicz.

Con el paso del tiempo, La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper se ha convertido en un film de culto, con su icónico Leatherface (Gunnar Hansen) como uno de los malvados más macabros de la historia del cine, con su motosierra y su terrorífica máscara de piel humana. Una familia de sádicos caníbales fetichistas que asesinan sin piedad a los desprevenidos viajeros que se acercan a su casa de los horrores, una reminiscencia del legendario clan de antropófagos escoceses dirigidos por Alexander Sawney Bean del siglo XVI.

Holocausto caníbal (1980) de Ruggero Deodato es otro film de culto, arquetipo de las películas mondo de los años 7023, falsos documentales sensacionalistas repletos de imágenes truculentas para impresionar a los espectadores. Continuadora del taquillero género italiano de los salvajes caníbales, inaugurado por El país del sexo salvaje (1972) de Umberto Lenzi, en la que un fotógrafo (Ivan Rassimov) es capturado por una tribu primitiva y debe compartir la dura existencia de la jungla al lado de los caníbales que le han perdonado la vida.

En busca del fuego (1981) de Jean-Jacques Annaud constituye un estupendo retrato de la vida de nuestros antepasados, incluyendo sus costumbres antropofágicas. Apenas sin diálogos, fue ganadora del Óscar al mejor maquillaje y un film destacado por sus espectaculares exteriores.

También existe un espacio para la comedia negra surrealista, representada por Delicatessen (1991) de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, ambientada en una Francia post-apocalíptica, donde los alimentos escasean y donde un siniestro carnicero (Jean-Claude Dreyfus) les ofrece carne humana a sus clientes, procedente de los incautos que asesina y descuartiza. El pobre Louison (Dominique Pinon), un payaso en paro contratado por el asesino trata de escapar de sus garras mientras se enamora de Julie (Marie-Laure Dougnac), la cándida hija del carnicero.

El telefilm Ciudadano X (1994) de Chris Gerolmo es una reconstrucción de los crímenes de Andréi Chikatilo, uno de los mayores asesinos seriales de la extinta Unión Soviética. El forense Viktor Burakow (Stephen Rea) es encargado por el Coronel Fetisov (Donald Sutherland) de la investigación de una serie de crímenes que han dejado un reguero de cadáveres mutilados en los bosques cercanos a la ciudad de Rostov. Jeffrey DeMunn interpretó el papel del brutal asesino y antropófago soviético, en una de las mejores historias de asesinos en serie llevada a las pantallas, y que ganó los premios al mejor director, actor protagonista y mejor película en el festival de Sitges 2005.

Para finalizar, El asesino de Rothenburg (2006) de Martin Weisz, basada en el escabroso caso de Armin Meiwes, es la más reciente aproximación cinematográfica al oscuro mundo de los psicópatas asesinos antropófagos. Ostenta además el honor de ser la primera película prohibida en Alemania por orden judicial desde la Segunda Guerra Mundial.

Referencias

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Miguel Abad Vila
Licenciado en Medicina por la Universidad de Santiago de Compostela. Doctor en Medicina por la Universidad de Santiago de Compostela. Diplomado en Salud Pública. Máster en Gestión Sanitaria por la Universidad de Vigo. Máster en Derecho Sanitario por la Universidad de Castilla – La Mancha. Médico de Familia en el Centro de Saúde “Novoa Santos”, Servizo Galego de Saúde, Ourense. Colaborador habitual de “La Región, “Telemiño” y “Onda Cero” (Ourense) y “Atlántico Diario” (Vigo). Autor de los blogs “Cartas de Aloysius” y “Medycine”. Miembro organizador de los ciclos de Cine y Medicina del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Ourense, en colaboración con el Cine Clube Padre Feijoo.